martes, 14 de junio de 2011

Baja autoestima, más obesidad


Los científicos saben desde hace tiempo que la gente con sobrepeso u obesa suele tener una baja autoestima. Pero por lo general se pensaba que la obesidad era lo que conducía a la baja autoestima y a otros problemas emocionales.
Ahora, una nueva investigación demuestra que al parecer, ocurre todo lo contrario. Es decir, la gente con una baja autoestima suele tener más probabilidades de volverse gorda u obesa.
Problemas emocionales
La investigación, que involucró a 6.500 personas en el llamado Estudio de Cohorte de Nacimientos Británicos en los 70s, descubrió que los niños de 10 años que mostraban una baja autoestima tendían a ser más gordos siendo adultos.
El impacto, dice el estudio publicado en la revista BMC Medicine, es particularmente fuerte en las niñas. Según los expertos, este estudio pone de manifiesto la importancia de un tratamiento temprano para combatir la obesidad.
El estudio, llevado a cabo por científicos del King´s College de Londres, tomó un registro de los niños a los 10 años, con mediciones de su Índice de Masa Corporal (IMC) y su auto-percepción, así como una prueba de sus problemas emocionales.
Lo que es novedoso en este estudio es que la obesidad siempre ha sido considerada Cuando los individuos cumplieron 30 años, se tomó nuevamente un registro de su IMC.
Los investigadores encontraron que los niños con una baja autoestima, los que se sentían con menos control sobre sus vidas y los que se preocupaban más a menudo, mostraron más probabilidades de aumentar de peso en los siguientes 20 años.
"Factor de riesgo"
"Aunque no podemos decir que los problemas emocionales de la infancia causan obesidad más tarde en la vida, ciertamente sí podemos decir que éstos juegan un papel, junto con factores como el IMC de los padres, la dieta y el ejercicio", afirma el doctor Andrew Ternouth, psiquiatra que dirigió el estudio.
Otro de los autores, el profesor David Collier, afirma que "lo que es novedoso en este estudio es que la obesidad siempre ha sido considerada un trastorno médico metabólico".
"Lo que hemos descubierto es que los problemas emocionales son un factor de riesgo de obesidad".
"Y no estamos hablando de problemas psicológicos profundos, porque la ansiedad y baja autoestima que encontramos estaban dentro de un rango normal", agrega el investigador.
Tratamiento temprano

Los científicos afirman que el estudio demuestra la importancia del tratamiento temprano de los niños que sufren baja autoestima, ansiedad u otros problemas emocionales para ayudar a mejorar sus posibilidades de una buena salud física a largo plazo.
"Este hallazgo es particularmente importante, dado el creciente problema de obesidad infantil en muchas sociedades occidentales. Y a gran escala, podrían ser una esperanza en la batalla para controlar la actual epidemia de obesidad", agregan los expertos.
Por su parte, el doctor Ian Campbell, de la organización Weight Concern, afirma que "este estudio presenta evidencia preocupante de que, tal como lo sospechábamos, los asuntos psicológicos de la infancia tienen una influencia en el aumento de peso y la salud adulta".
"El mensaje aquí es que el tratamiento temprano, en la infancia, puede ser la clave para combatir la obesidad adulta".
"Esto requiere mucho más de lo que los profesionales de salud pueden hacer solos. Se necesita una mayor vigilancia de los padres, maestros, y cualquier persona que esté involucrada en el bienestar de los niños", concluyó Campbell.
Tomado de la BBC

lunes, 6 de junio de 2011

Seguimos dispuestos a torturar


Quizás ha sido el experimento científico más tristemente célebre de las últimas décadas, porque mostró evidencias convincentes de que todos somos capaces de ejercer una gran maldad. Ahora, 50 años después, científicos de Estados Unidos repitieron la llamada "prueba Milgram".

Y volvieron a llegar a la conclusión de que la gente sigue dispuesta a infligir dolor a los demás, si se lo pide una autoridad. La prueba consistía en que los voluntarios debían aplicar lo que creían que eran dolorosas descargas eléctricas a otros voluntarios (que eran en realidad actores), cuando eran incitados por una figura de autoridad.

Los investigadores de la Universidad de Santa Clara, en California, encontraron que aún cuando los actores daban (falsos) gritos de dolor, el 70% de los participantes estaban dispuestos a aumentar el voltaje de las descargas.

Las tasas de obediencia de los participantes fueron ligeramente menores que las del experimento Milgram, dicen los autores en American Psychologist, la revista de la Asociación Psicológica Estadounidense.

¿Hemos aprendido?

"Al conocer el trabajo de Milgram, la gente a menudo se preguntan si hoy en día los resultados serían distintos", explicó el doctor Jerry Burger, quien dirigió el nuevo experimento. "Muchos creían que, después de las lecciones del Holocausto, ha habido una mayor conciencia social sobre los peligros de la obediencia ciega".

"Pero lo que encontramos fue que los mismos factores situacionales que tuvieron un impacto en la obediencia en el experimento de Milgram, siguen operando hoy en día", agregó el científico. El experimento original, publicado en 1963, fue llevado a cabo por el profesor Stanley Milgram, de la Universidad de Yale.

El científico reclutó voluntarios para probar el efecto del castigo y el aprendizaje. Para eso, se le hizo creer a los voluntarios (que tenían el papel de maestros) que estaban aplicando choques eléctricos cada vez más potentes a otra persona (que tenía el papel de alumno), ubicada en un cuarto separado.

También se les hizo creer que "un científico" era la figura de autoridad conduciendo el experimento, y éste debía incitar al "maestro" a que continuara aplicando descargas sobre el "alumno". En realidad, tanto el científico como el alumno eran actores y la supuesta máquina generadora de descargas eléctricas era falsa.

Milgram encontró que, después de escuchar los primeros gritos de dolor de los alumnos con una descarga de 150 voltios, el 82,5% de los "maestros" voluntarios continuó aplicando descargas. De éstos, el 79% continuó con las descargas hasta el límite del generador, a 450 voltios. El estudio, además, no encontró diferencias entre hombres y mujeres.

Consternados

En el nuevo experimento, llevado a cabo por el doctor Jerry Burger, 70% de los participantes estaban dispuestos a continuar con las descargas después de los 150 voltios, pero no se les permitió hacerlo. Al parecer, los voluntarios del experimento original que se mostraron dispuestos a infligir dolor hasta el límite del generador eléctrico quedaron muy consternados tras la prueba.

"Casi cuatro de cada cinco participantes en la prueba Milgram que continuaron después de los 15 voltios llegaron hasta el límite del generador" explicó el doctor Burger. "Debido a este patrón, al darnos cuenta de la reacción de los participantes al aplicar los 150 voltios, pudimos hacer una conjetura razonable de lo que hubieran hecho si hubieran continuado con el procedimiento", agregó.

Las técnicas del profesor Milgram han sido muy debatidas desde que se publicó su investigación. Como resultado, se han establecido códigos éticos para los psicólogos y medidas de control en las investigaciones experimentales para prevenir una duplicación exacta del experimento Milgram.

Y para que ésta fuera aprobada por las autoridades universitarias, Burger determinó que en su experimento 150 voltios sería el límite máximo que se aplicaría.

Obediencia ciega

De cualquier forma, la vasta mayoría de los 29 hombres y 41 mujeres que tomaron parte, se mostraron dispuestos a apretar el botón de descarga, sabiendo que causarían daño a otro ser humano. Incluso cuando otro "científico" (actor) entraba al cuarto y cuestionaba lo que estaba ocurriendo, la mayoría estaba dispuesta a continuar.

Tal como explica el investigador, no es que algo estuviera "mal" con los voluntarios. Simplemente, es que cuando se nos coloca bajo presión, los seres humanos a menudo hacemos cosas "perturbadoras". Los resultados del estudio, afirman los expertos, podrían explicar parcialmente por qué en tiempo de guerra y conflicto la gente está dispuesta a tomar parte en un genocidio.

Tal como señala el profesor Alan Elms, de la Universidad de California, en Davis, quien participó en el experimento Milgram en 1961, "el nuevo experimento fue "suavizado", rebajando el límite de las descargas y por lo tanto las condiciones fueron menos estresantes". "Sin embargo, las conclusiones no son menos perturbadoras: el límite de crueldad de la humanidad, como todo lo demás, depende de las condiciones", dice.

"Parecemos estar programados para cumplir órdenes -agrega- incluso si éstas dañan a los demás". "Y es claro que, a pesar de todos los espectáculos de horror de la humanidad en el pasado, todavía no logramos entender el mensaje", expresa el científico.

Tomado de la BBC 

Los ojos de la intuición

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Un equipo de científicos descubrió que una persona ciega puede sortear un laberinto de obstáculos sin ayuda, valiéndose sólo de su intuición. Un hombre que quedó ciego tras un derrame cerebral pudo caminar entre sillas y cajas sin chocar con ellas usando conexiones ocultas en su cerebro.

El estudio indica que usamos recursos mentales subconscientes y somos capaces de cosas que pensamos que no podemos hacer. El paciente, identificado como TN, quedó con una queratitis estriada (alteración corneal) en ambos hemisferios del cerebro luego de sufrir derrames consecutivos.

Viendo a ciegas

Sus ojos son normales pero su cerebro no puede procesar la información que envían, dejándolo completamente ciego. No obstante, previamente se sabía que tenía lo que se denomina "visión ciega", la habilidad de percibir objetos y presencias sin estar consciente de que los está viendo.

TN, por ejemplo, responde a las expresiones faciales de otros.

Sin embargo, cuando camina lo hace como una persona ciega: usa un bastón para evitar obstáculos, y requiere de la guía de otros cuando camina por habitaciones. Pero en un video se le ve caminando entre varios obstáculos que prepararon los investigadores sin cometer ningún error y sin la ayuda de su bastón ni de nadie.

Capacidades antiguas

La directora del estudio, Beatrice de Gelder de la Universidad de Tilburg, Holanda, y la escuela de medicina de Harvard, EE.UU., dijo que TN "no estaba consciente de que estaba haciendo algo excepcional" y pensaba que sencillamente estaba recorriendo un largo corredor.

Según De Gelder, es un mensaje importante particularmente para quienes sufren de daños cerebral. "Puede perder completamente la visión cortical pero retener alguna capacidad de movimiento afuera y adentro sin peligro", le dijo a la BBC.

"Nos demuestra la importancia de esos senderos visuales evolutivos antiguos que contribuyen más de lo que pensamos para que podamos funcionar en el mundo real".

"Asombrosa"

La investigación se llevó a cabo con colegas en el Reino Unido, Suiza e Italia.

Sonal Rughani, un optometrista y asesor para una fundación de caridad británica para personas con problemas visuales, la RNIB, calificó la observación de "asombrosa" y dijo que era una prueba más de que el cerebro es muy flexible.

Sin embargo, recordó que son pocas las personas que quedan ciegas por una lesión cerebral y que la mayoría de quienes sufren problemas visuales después de un derrame podrían ser ayudados con complejas terapias. "El resultado de este estudio es muy emocionante pero se necesitará más investigación", le dijo a la BBC.

El resultado de la investigación de la escuela de medicina de Harvard fue publicado en Current Biology.

Tomado de la BBC



Las llantitas pueden ser mortales


Las "llantitas, rollos o michelines" que se forman en la cintura por el exceso de grasa pueden duplicar el riesgo de morir prematuramente. Un amplio estudio con más de 360.000 personas en nueve países europeos descubrió que un "poderoso indicador" de riesgo de muerte prematura es la medida de la cintura.

Esto, aunque el peso del individuo sea normal, afirma la investigación en New England Journal of Medicine (Revista de Medicina de Nueva Inglaterra). Los científicos descubrieron que por cada 5 centímetros de grasa adicional en la cintura, aumenta en 13% en mujeres y 17% en hombres el riesgo de muerte prematura.

Los expertos afirman que estos resultados ofrecen más evidencia de que el almacenar grasa en exceso alrededor de la cintura es un riesgo importante de salud, incluso cuando no se considera a la gente obesa o con sobrepeso. Por eso, una forma barata y sencilla de analizar la salud del individuo es que los médicos familiares midan regularmente la cintura y cadera de sus pacientes, señalan los investigadores.

Más grasa, menos vida

Desde hace tiempo se conoce el vínculo entre la grasa en la cintura y los problemas de salud.
Pero tal como señalan los expertos, el tamaño de este nuevo estudio ofrece a los científicos un panorama más preciso del problema.

La investigación, llevada a cabo en el Colegio Imperial de Londres, el Instituto Alemán de Nutrición Humana y otras instituciones europeas, involucró a 359.387 pacientes, mujeres y hombres, cuya edad promedio era 51 años.

Se siguió un registro de su salud durante casi 10 años y al final de ese período habían muerto 15.000 participantes. Los científicos compararon el índice de masa corporal (IMC) de los sujetos. (El IMC continúa siendo la medida estándar de la obesidad). Descubrieron que en las personas con el mismo IMC, el riesgo de muerte prematura aumentaba a medida que se incrementaba la circunferencia de la cintura.

Los resultados mostraron que la gente con una cintura grande -de más de 120 cm. en los hombres y 100 cm. en las mujeres- tuvo el doble de riesgo de morir prematuramente. Esto, comparado con el riesgo de los participantes que tenían cinturas pequeñas, de menos de 80 cm. en los hombres y 65 cm. las mujeres.

"Nos sorprendió mucho descubrir que el tamaño de la cintura tenía un efecto tan poderoso en la salud de la gente y su muerte prematura" afirmó el profesor Elio Riboli, investigador del Colegio Imperial. "No hay muchas otras características individuales simples que puedan aumentar tanto como ésta, el riesgo de una persona de morir prematuramente".

Indicador

Los estudios han demostrado que las personas que muestran una  lectura alta de IMC tienen más riesgo de morir de enfermedades cardiovasculares y cáncer.

Sin embargo, el nuevo estudio demostró que la "proporción cintura a cadera", un número que resulta al dividir el tamaño de la cintura entre la medida de la cadera, también es un importante indicador de salud.

El estudio mostró que gente que tenía un IMC totalmente normal, pero una cintura más grande que el promedio, tenía un riesgo significativamente más alto de muerte prematura. La razón de este vínculo entre el riesgo de mortalidad y el almacenamiento de grasa en la cintura, no está suficientemente clara.

Otro de los investigadores, el doctor Tobias Pischon, del Instituto Alemán de Nutrición Humana, cree que podría deberse a que la grasa abdominal es distinta de otras reservas adiposas y puede influir directamente en el desarrollo de enfermedades crónicas liberando "sustancias mensajeras".

Los científicos creen que los tejidos adiposos en esta zona corporal secretan citoquinas, hormonas y compuestos metabólicamente activos que pueden contribuir al desarrollo de enfermedades como las cardiovasculares y el cáncer.

Pero, tal como señala el doctor Riboli, "la buena noticia es que usted no necesita llevarse a cabo pruebas costosas para analizar este aspecto de su salud, porque no cuesta nada medirse la cadera y la cintura". Y si esta medida es muy grande, agrega, aumente su actividad física, cuide su dieta y reduzca su riesgo de morir prematuramente.



Tomado de la BBC 


news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_7726000/7726979.stm